La psicóloga de la UNAM impartió un curso taller a directores y orientadores educativos depreparatorias de la UdeG
Cada contexto social —con sus particularidades que engloban la situación económica, antropológica y cultural, entre otras— condiciona la realidad emocional en las personas, misma que puede impactar en mayor medida a los adolescentes, sin dejar de lado a personas de otras edades; así lo señaló la licenciada Sandra Mirely Vázquez Mandujano, psicóloga de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), durante el curso taller “Algoritmo de atención y modelo de trabajo ante conductas asociadas al suicidio”, impartido a directores y orientadores educativos del Sistema de Educación Media Superior (SEMS) de la Universidad de Guadalajara (UdeG) en el auditorio del edificio Valentín Gómez Farías.
A lo largo de su participación, la especialista subrayó que es importante considerar ciertos patrones sociales en la vida de los jóvenes que los llevan a presentar actitudes depresivas que pueden desencadenar en actos como el suicidio y enmarcó que existen cinco rangos de edad en los que se presenta con mayor prevalencia esta actitud, los cuales son, de entre los 15 a los 19 años, de los 20 a 24, de los 25 a 29, de los 30 a 34 y de los 35 a los 39; la de mayor incidencia es la de 20 a 24 años, esto sin demeritar otros rangos de edad donde se presentan otras condiciones que también pueden propiciar suicidio.
“Al referirnos al suicidio, nosotros en la UNAM, estamos atentos a esta urgencia que viven, no solamente los adolescentes, sino también poblaciones vulnerables en todo México, y desgraciadamente este tema se ha dejado como tema pendiente debido a las circunstancias del propio fenómeno, ya que cuenta con un gran misterio en torno a la forma en la que se presenta; no sabemos exactamente qué persona se va a suicidar o si existe realmente un perfil psicológico de quien puede ser un suicida, donde los podamos identificar por medio de un test que nos arroje quién puede estar bajo riesgo. El suicidio es algo que aún no podemos detectar ni las causas concretas que lo propician,puesto que es un tema multifactorial”.
Acentuó que dentro de un plantel educativo se debe tener un protocolo de atención específico que puede seguir modelos, sin embargo, no debe atenerse a la experiencia ajena,producto —precisamente— de los factores del entorno que lo condicionan; este protocolo debe estar basado, incluso, en mecanismos delineados bajo la perspectiva de género. “Hay conductas que son frecuentes por la edad y por el descubrirse como personas que nacen de las relaciones sociales, los patrones familiares y culturales, entre otros; aunque también existe una mayor exposición a repetir actitudes que se manifiestan en entornos virtuales y de comunicación como las redes sociales”.
Llamó a los asistentes, y en específico a los orientadores educativos o vocacionales, a dejar de lado el adultocentrismo, esto para abonar a la construcción de protocolos de asistencia basados en educación emocional; y dijo, que en caso de presentar un trastorno depresivo la atención debe estar encaminada a comprender la situación que atraviesa el individuo que vive dicha emoción y no generalizarla por lo que vivió en algún momento quien atiende al joven, “el chico no debe estar en preparación para ser alguien en la vida como lo ve el adulto, sino ser consciente de que ya es alguien y no está en una construcción inspirada en un molde”.
Enumeró situaciones que viven los adolescentes y que pueden afectar a su salud emocional, las cuales pueden ser responsabilidad de los entornos estudiantiles, como lo son: la iniciación en la vida sexual, las relaciones sociales o el noviazgo, el reprobar algún examen o trámite de admisión a una carrera, el no estudiar lo que la persona desea, el atender lo que la propia sociedad demanda de sí mismo, el descubrirse como una persona de carácter LGBT, etcétera.
Durante la presentación, el maestro Ernesto Herrera Cárdenas, secretario académico del SEMS, aseguró que la actividad se organizó, producto de diversos hechos que se han presentado en los recientes años, tanto al interior de la UdeG como en otras partes del país, e hizo hincapié en que la salud emocional no es una situación que se debe normalizar ya que es una preocupación sentida por todos, “estas son manifestaciones de un creciente deterioro del tejido social que impactan a los ambientes escolares; aunque esto tiene un origen en la familia, la escuela es un lugar de contención social que tiene que arropar, por medio de los servicios educativos, con la mayor cantidad de recursos para atender a los alumnos. Por eso debemos estar cada vez más preparados”, sentenció.